September 21, 2023

Crecí en Moca, un pequeño municipio en el oeste de Puerto Rico. Según transcurrían los años, me inquietaba cuán contradictoria era la vida en el archipiélago: aunque amábamos nuestra tierra, el alto costo de vida y los servicios básicos deficientes obligaban a los adultos en mi vida a trabajar más de la cuenta. Me frustraba, por otro lado, la falta de diversidad en la cobertura de los medios de comunicación. Explicaban los retos que sufrían las personas en la zona metropolitana, no en la ruralía, como era mi caso y el de mi familia. Comencé a notar, desde temprana edad, que nuestros líderes no sufrían consecuencias por sus decisiones desacertadas y destructivas.

La vida en Puerto Rico es una lucha constante. Desesperante. Frustrante. De preguntarse a diario: “¿Cuánto más soportaremos?” Puerto Rico, más de lo que quisiera, es noticia por la corrupción y por su crisis fiscal, económica y social.

Hace seis años, en mayo de 2017, presencié por primera vez la fuerza del periodismo. El director de mi plantel escolar anunció que se eliminarían todos los grados académicos de educación superior, como parte de una medida de “disminución de costos” del Departamento de Educación. Junto a un grupo de compañeros, también de 12vo grado, dibujamos pancartas, cantamos estribillos, saltamos la cerca de nuestro plantel escolar y cerramos los portones en protesta. Para amplificar nuestros reclamos, invitamos a los medios de comunicación. Observamos cómo las redes sociales se inundaron de comentarios y de publicaciones de apoyo a nuestra lucha, luego de que un noticiario local transmitió nuestra protesta. Se unieron a nuestros reclamos personas que jamás se habrían involucrado, de no haber sido televisado. Pese a que nuestros esfuerzos no fueron suficientes para evitar la eliminación de los grados académicos, me reafirmó la importancia de rescatar las historias de grupos vulnerables ante el poder del Estado e intereses privados que operan en contra del bienestar común.

Cuatro meses después, en septiembre de ese mismo año, el huracán María destruyó nuestro sistema eléctrico, de telecomunicaciones y de agua potable. Miles de puertorriqueñxs fallecieron, aunque el gobierno insistía lo contrario. Lo que comunicaba el gobierno no coincidía con lo que se palpaba en las comunidades a medida que transcurrían las semanas tras el huracán, por lo que el periodismo investigativo no se conformó con solo transcribir la versión oficial.

Recuerdo cómo durante mi primera convención de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (NAHJ, por sus siglas en inglés), en mayo de 2018, escuché acerca del Centro de Periodismo Investigativo (CPI). Por meses, sus periodistas fiscalizaron el manejo gubernamental de la emergencia. Pese a sufrir las mismas vicisitudes y carencias de miles de ciudadanos del archipiélago, se arrojaron a la calle a entrevistar, a tomar notas y a buscar datos de las maneras más rudimentarias posibles. Ese esfuerzo monumental del CPI, me mostró cómo el periodismo investigativo es más que informar, sino desconfiar y fiscalizar el poder que tanto ejerce en nuestras vidas.

Alentado por la meta de ser periodista investigativo, me trasladé a Estados Unidos para estudiar una maestría en Diseño y Visualización de Datos. Cuando entré por primera vez al salón de clases experimenté lo que era estar rodeado de personas que no se asemejan a ti. En muchos de mis cursos, era el único latinx. Era el boricua que hablaba inglés con acento o que simplemente no se expresaba correctamente. Era el latinx al que le preguntaban si era inmigrante solo por tener apellidos hispanos. Ese cúmulo de experiencias y de microagresiones, me reafirmaron eventualmente cuán importante es la diversidad y ser representados.

Tan pronto obtuve mi maestría, en 2022, me uní al Comité LGBTQIA+ y al “Investigative Task Force” de NAHJ. Por medio de los dos grupos, estos últimos meses he organizado talleres, programas y colaboraciones con organizaciones sin fines de lucro para periodistas hispanxs. Este año, por ejemplo, el Comité LGBTQIA+ trabajó durante meses en una guía de estilo para medios de comunicación en español para la cobertura sensible y justa de las comunidades LGBTQIA+. El año pasado, bajo el “Investigative Task Force”, organicé también un concurrido panel de visualización de datos con periodistas investigativos latinxs. Estos dos ejemplos demuestran cómo no me he conformado con la falta de diversidad en nuestro gremio, sino que lucho a diario para cambiarlo, así como reforzar la práctica del periodismo investigativo en las salas de redacción.

Mis identidades, así como mis experiencias como niño y como adolescente, en Puerto Rico, me demostraron la valía de la diversidad y del periodismo investigativo. En momentos de gran turbulencia social y política, la investigación periodística es uno de los pocos modos de desafiar bulos, medias verdades, encubrimientos y falta de justicia. Sin embargo, para ser buenos periodistas investigativos, tenemos que estar comprometidos con la diversidad. No tan solo necesitamos periodistas hispanxs, sino de todas las etnias y razas, para reflejar justamente nuestra sociedad. ¿Cómo podemos fiscalizar a nuestros líderes electos cuando no somos críticos ante la falta de diversidad en nuestras salas de redacción? Esa es una asignatura pendiente. Exigimos justicia y representación a quienes fiscalizamos, pero hacia dentro carecemos de lo que tanto exigimos. Olvidamos que, a más colores, a más acentos, a más idiomas y a más manifestaciones tanto de género como de orientación sexual, mejor será nuestra labor de amplificar los retos y los reclamos de los grupos subrepresentados en nuestra sociedad.

Acerca de este ensayo

Este ensayo es parte de la serie Latino Watchdogs que comparte anécdotas sobre el camino al periodismo del Grupo de Trabajo de Periodismo de Investigación y Datos de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos. Más de esta serie:

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Luis Joel Méndez González es periodista del Centro de Periodismo Investigativo a través de Report for America. Cuenta con una maestría en Diseño de Información…
Luis Joel Méndez González

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