Como profesora de periodismo ambicioso y a veces hasta investigativo, mi carrera de producción y dirección de noticias es ahora otra. Gira en torno a historias potenciales que no me pertenecen. Acompaño al estudiante, en su mayoría latino, en el proceso de conceptualizarlas, reportarlas, y editarlas. O sea; me enamoro de ellas, escucho las entrevistas sin ser vista, repregunto, cuestiono, y trato de evitar, con poco acierto, meterles mucha mano o reestructurarlas.
La mayoría de mis estudiantes son primera o segunda generación hispana o llegaron a EE.UU. escapando de la inestabilidad de sus países de origen en América Latina. Por lo general, tienen que hacer auténticos malabarismos para pagar sus estudios y gastos mínimos, o absorben deudas astronómicas comparadas con los salarios promedio de la industria.
Una de sus primeras advertencias es que no les gustan las matemáticas, ni las ciencias exactas, ni los materiales densos. Lo que sí les gusta es reportar historias; sobre todo, de su gente, la que no suele contar. Su selección de reportajes es refrescante, novedosa y muy original.
Ahí nos entendemos. Se puede expandir el concepto de “mi gente” a los más vulnerables, los olvidados, los diferentes. Después, escalar el círculo de influencia e identificar los responsables y las fallas que dividen la sociedad. Así se convierten en expertos en identificar las tensiones, carencias e injusticias que casi siempre atañen a las minorías, y llegan incluso a encontrar posibles soluciones surgidas desde la compresión e inmersión en la diversidad que ellos mismos representan.
Mis estudiantes hicieron un reportaje sobre las tarjetas de WIC, un programa para proporcionar comida a las madres de bajos recursos con hijos menores de cinco años. Consultaron con nutricionistas para evaluar los alimentos que permitían comprar, y todos coincidieron que tenían demasiada azúcares y leche. Con estos y otros hallazgos confrontaron a una de las supervisoras de nutrición, encargadas de explicar a los padres en su mayoría hispanos o afroamericanos como usar estos alimentos. Su respuesta fue que era un mero beneficio, y los padres no tenían obligación alguna de aceptarlo. El reportaje develó que el gobierno de la Florida contribuye con “sus beneficios” a incrementar la epidemia de obesidad, hipertensión y diabetes que sufre la comunidad hispana y afroamericana.
Durante más de dos décadas, he visto a estudiantes armados de técnicas y protocolos, bases de datos propias y prestadas, encuestas y estudios. Poco a poco, en equipo o por cuenta propia, logran realizar investigaciones inéditas.
Hay momentos divertidos, como cuando los estudiantes dudaban en entrevistar al expresidente de una asociación de vecinos del condominio Parker Plaza:
– “No nos va contestar,” decían.
– “A ver ¿quién lo va a hacer?,” pregunté mientras marcaba su teléfono.
Una estudiante, hoy en día con una carrera estelar como reportera en Telemundo Chicago, agarró el reto. En este reportaje, con un equipo de trabajo, contrastó los documentos de la asociación de vecinos con los de la compañía de construcción. Tras una investigación meticulosa, su equipo logró mostrar que el condado carece de mecanismos legales para defender a propietarios jubilados que pierden sus viviendas debido a años de gastos, por obras inacabadas y desfalcos millonarios por parte de la asociación de vecinos.
Guía en vez de “ayuda”. Incentivar la iniciativa propia, motivar, y empoderar, en vez de dictar. Enseño en una universidad pública, rodeada de métricas que supuestamente miden la valía de lo aprendido. El Congreso de la Florida quiere probar que no malgasta el dinero de los constituyentes.
¿Cómo diseñar rúbricas para medir lo intangible? ¿Se puede tabular el avance en la capacidad del pensamiento, o en un camino que todavía está por recorrer?
Evaluamos el manejo de la cámara, el uso del equipo de edición, la precisión en la toma de imágenes. Medimos la corrección gramatical, la cantidad y calidad de las fuentes, la corrección de la historia, y las decisiones éticas. Medimos el abismal avance tecnológico. En los mismos tres o cuatro semestres en los que hace veinte años enseñábamos a identificar y a reportar una historia, hoy en día, nuestros futuros periodistas deben además adquirir las destrezas básicas de productor, camarógrafo, editor, reportero, presentador. Además, también antes de graduarse, los más dedicados deberán aterrizar en una realidad que paga poco y pide mucho, durante alguno de nuestros internados en medios hispanos nacionales de Miami, nuestras oficinas de noticias de Washington, o en algún otro país o medio. Todo un maratón de distracción, contraproducente para enamorarlos del periodismo investigativo.
¿Cómo se mide la efectividad de una semilla que todavía no ha llegado a brotar?
No es fácil tabular su progreso ante el congreso. Pero entre colegas, el crecimiento se observa de historia en historia publicada. Desde la facultad de periodismo Lee Caplin de la Universidad Internacional de la Florida la mejor apuesta es invertirle tiempo y dedicación a cada estudiante, y a sus reportajes.
Adquieren técnicas de investigación y herramientas, pero sobre todo ejercitan su pensamiento. Se preguntan ¿cuál es la historia? ¿por dónde va? ¿cómo se puede abordar? Entre todos aprendemos, debatimos, conjeturamos e intentamos entrever y mostrar una realidad oculta con efectividad.
Apostamos a ganarle el pulso a la virilidad. En Los Pérez y sus alcaldes, dos jóvenes periodistas expusieron cómo el alcalde de Miami Beach buscaba clasificar una residencia unifamiliar como comercial en un barrio histórico que colinda con el mar. Armados de memos, evaluaciones públicas, y entrevistas informaron que el valor de la propiedad se duplicaría. Tras este reportaje, varios vecinos crearon una asociación para evitar ese cambio que no favorece a los residentes, en una de las zonas dónde todavía pueden vivir familias latinas con bajos y moderados recursos.
A pesar, o mejor dicho, gracias a la incertidumbre mediática y crispación social, los estudiantes continúan analizando documentos para llegar al fondo de una demanda de varias familias campesinas de la Romana expulsadas de su casas en República Dominicana, contra la poderosa familia Fanjul, dueña de ingenios azucareros y de un imperio inmobiliario.
Entre tanta complejidad, mis jóvenes periodistas van entretejiendo documentos judiciales, entrevistas, y otros hallazgos. Se convierten en las dueñas de su propia historia: las poderosas. Disculpen el género, la mayoría son mujeres.
Al igual que en la narrativa, en la enseñanza de periodismo investigativo no se puede ir sin frenos y a lo loco. Hay que conectar con la audiencia, en mi caso, los estudiantes. A veces no son conscientes de su propio valor y singularidad, a pesar de compartir inquietud, rebeldía e inconformismo.
Me hacen sonreír y me llenan de esperanza. Con tanta gente joven queriendo cambiar el mundo: el periodismo tiene futuro. Mi reto, hacerles sentir la fuerza del periodismo investigativo en carne propia para que no llenen toda su agenda de historias rápidas y furiosas.
La realidad de la industria, no ayuda. Los principales medios en español, claves en nuestro programa de Maestría, no le dan con mucha fuerza al periodismo investigativo, especialmente en televisión. Los ejecutivos se escudan en la falta de recursos. Mis estudiantes quedaron totalmente desmoralizados cuando una de nuestras mentoras más comprometidas perdió su puesto. Hubo una reducción de personal que terminó con su unidad investigativa.
– “Profesora, nosotros tenemos que trabajar. ¿Dónde vamos a ir a contar estas historias? A la industria no le interesa”.
-“Ustedes saben lo que hace falta. Tienen el poder de la razón,” respondo. “Les toca hacerse espacio a codazos, sin levantar la voz, con perseverancia, y sin darse por vencido. Encaren su carrera como un reportaje complicado o un maratón de 100 millas. Sin agotarse, pero sin mucha paciencia. Nunca acepten un ‘no’ por respuesta. Lo pueden transformar en ‘ahorita’ mexicano, que quiere decir más tarde. Identifiquen la otra entrada cuando se cierra una puerta, y no pierdan de vista el objetivo: a dónde van a llegar”.
A pesar de los retos, nuestros estudiantes producen más y más reportajes con elementos investigativos. Al publicarlos, ven sorprendidas la reacción que provocan. Los llaman con otras denuncias o para que continúen investigando. Ganan premios. Observan como cada año, cazatalentos, de los principales medios de EE.UU., llegan a la escuela en busca de la diversidad que ellos mismos representan. Consiguen trabajos. Son testigos del vacío que pueden cubrir, y se convierten en mentores de las siguientes promociones.
Y así, de historia en historia, casi desapercibidos, va surgiendo una cantera de periodistas poderosos, comprometidos y con ella, la esperanza del periodismo investigativo y orgulloso, que reinará, exportando el acento latino.
Acerca de este ensayo
Este ensayo es parte de la serie Latino Watchdogs que comparte anécdotas sobre el camino al periodismo del Grupo de Trabajo de Periodismo de Investigación y Datos de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos. Más de esta serie:
- Introduction: Latinos are missing from newsroom investigative teams across the country
- Stepping into the world of investigative journalism as a Mexican American reporter came with challenges, but also many rewards (Yvette Cabrera)
- My watchdog journey rooted in the lessons of the past and the battle for change and good trouble (Mc Nelly Torres)
- One constant in my life as a military kid was the news airing at dinner — and now I’m a journalist (Daniela Ibarra)
- Forging my own path as a journalist was all I knew (Francisco Vara-Orta)
- As a kid, I worked in the flower business. Here’s how I found my way into investigative journalism (Norberto Santana, Jr.)
- Cómo los muertos de María me mostraron la importancia del periodismo de investigación (David Cordero Mercado)
- Cómo mi vida me reafirmó el valor de la diversidad y el periodismo investigativo (Luis Joel Méndez González)